Todos los años, y ya van tres, os preparo un especial navideño para que podáis disfrutar en familia, una de esas tardes, o noches, que pasamos en el sofá con un chocolate calentito o, por qué no, un ponche de huevo, como los americanos.
Para este año el menú va a ser más clásico y menos navideño. Y en blanco y negro, que parece que es la moda, (ya me han retado tres personas en Facebook a poner siete fotos en byn durante siete días; pero aún no he caído).
De primer plato, mi película favorita de todos los tiempos: Casablanca. Una de las películas más complicadas de la historia, con cambios de guión, de personal. Con frases que todo el mundo recita de memoria, (y que, en realidad, nunca fueron dichas por ninguno de los actores). Con una canción inolvidable. En resumen, una obra maestra. Y como sé que hay gente joven que me lee (aunque no os lo creáis) y algunos no sabrán de qué va la cosa, os cuento un poco el argumento.
Rick es un rebelde por naturaleza. Bajito y tirando a feo (o sea, Humphrey Bogart) tiene un café en el París de la Segunda Guerra Mundial, muy poquito antes de la ocupación nazi. Allí va a conocer a la espectacular Ilsa (Ingrid Bergman). Cuando los alemanes toman la ciudad, (“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”) los dos deciden huir, acompañados de Sam, (todos necesitamos un Sam en nuestras vidas) el pianista del café. Pero ella le da plantón, y después de esperarla bajo la lluvia, Rick, a regañadientes, y ante la insistencia de Sam abandona París.
Los años pasan, y Rick está instalado en Casablanca, que es territorio francés no ocupado, aunque los alemanes mandan mucho. Tiene un café en el que Sam toca el piano, con un casino ilegal, en el que juegan el comisario (corrupto) y todos los altos cargos de la ciudad, mano a mano con los miembros de la resistencia.
Una noche al café llega Ilsa, acompañada por un hombre. Su marido, que además resulta ser un conocido cabecilla de la resistencia. Necesitan la ayuda de Rick para salir de Casablanca. Ella le monta un numerito diciéndole lo mucho que le quiere, (nunca me he creído una palabra), y le explica el motivo por el que le dejó tirado en París. Y con eso se lo vuelve a guardar en el bolsillo… Hombres.
Bueno, no os voy a contar el final (es decir, aquello de “Louie, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad”), pero sí os voy a recomendar que la veáis o la re-veáis. Es una película imprescindible.
De segundo una comedia. He estado dudando cuál recomendaros. Los finalistas eran Con Faldas y a lo Loco, Historias de Filadelfia, y de la que, al final, os voy a hablar, La Costilla de Adán.
Protagonizada por una de las parejas más sólidas de la historia de Hollywood, Spencer Tracy y la maravillosa Katharine Hepburn, y que nunca se llegaron a casar (a lo mejor por eso duraron tanto, quién sabe), puesto que él estaba casado y su religión no le permitía divorciarse.
Es increíble que una película de 1949 pueda ser tan actual. Adam y Amanda Bonner son un feliz matrimonio de abogados. Pero su felicidad se verá enturbiada cuando ambos se enfrenten en un juicio de violencia doméstica, (que no de género). Amanda va a defender a la esposa que disparó a su marido cuando descubrió que este le era infiel, mientras que Adam será el abogado de la acusación. La cosa pinta mal.
Uno detrás de otro se irán repasando todos los tópicos de la “guerra de sexos” (no olvidemos que es una película de los años cuarenta), llevados al extremo, se intercambiarán roles, se jugará sucio, y se jugará la carta de los celos, en una hilarante comedia. Muy recomendable.
Y de postre, la navidad hecha película. Qué bello es vivir. Os apuesto lo que queráis a que esta semana la emiten en, al menos, un canal.
Quién no conoce la historia de George Bailey, el hombre sencillo, el marido, el padre, el sobrino, el hijo, el hermano ideal. El hombre, que abandonó sus sueños por ayudar a los demás, y que una Nochebuena, en plena desesperación se pregunta qué significado tiene haber nacido.
Y ese Clarence (a los que se lo pregunten, es este Clarence al que se refiere el demonio Meg cada vez que se dirige a Castiel en Sobrenatural), un ángel, algo torpe, que está intentando ganarse las alas, y que es enviado a la tierra a mostrar a George precisamente eso, qué habría sido de la vida de los que le rodean, si no hubiera sido por él.
A lo largo de la noche le acompaña a recorrer su ciudad, primero intentando convencerle de quién es (lo del ángel es difícil de creer), para después hacerle entender lo importante que ha sido, (lo importantes que somos todos, en realidad) en la vida de su mujer, de su hermano, de su tío, de sus vecinos, y, en resumen, de toda una ciudad.
No hace falta que os diga que es un imprescindible para ver en navidad. Y aprovecho para desearos unas muy felices fiestas y un año nuevo lleno de alegría (y buenas series).
Publicado en Tribuna de Ávila