El presidente ha muerto. Viva el presidente

La semana pasada os hablaba de las nuevas series que se han estrenado o se estrenarán próximamente en Estados Unidos. Una de esas series es Designated Survivor (que traducido significa «superviviente designado»).

Es esta una figura real del ejecutivo estadounidense, y designa a un miembro del gobierno (generalmente de perfil bajo) que debe permanecer en un lugar diferente y seguro cuando el presidente, el gabinete, los congresistas y senadores se reúnen, siendo el sucesor elegido si todos ellos fallecieran a la vez (si hubiera un atentado, vamos). Cuántas veces habremos pensado, en esas ocasiones que vemos el parlamento engalanado y todos los escaños ocupados, «madre mía, la que se podría liar aquí, si cae una bomba». Imaginad.

Tom Kirkman es el equivalente a un secretario de estado de vivienda, poco menos que un mindundi, (o un concejal de cuenca, que diría Chiquito de la Calzada) al que nadie escucha, y que no importa a nadie. Es más, le acaban de comunicar que a la mañana siguiente, es decir, el día después del debate que tendrá lugar esa misma noche, debería presentar su dimisión.

Mientras decide con su mujer en la cocina de su casa, qué debe hacer, recibe una llamada, en la que le comunican que es el «designated survivor». Como ya habréis supuesto, el Capitolio vuela por los aires. Así, de la noche a la mañana, Tom, digo, el Señor Presidente, va a pasar de estar viendo tranquilamente, tomándose una cerveza en sudadera y deportivas, el debate en la tele, a convertirse en POTUS, en ese mismo momento.

Todo pasa en un suspiro, los agentes del servicio secreto, mientras van a recoger a sus hijos a casa, (bueno su hijo no está exactamente donde debería estar) se lo llevan a él y a la nueva primera dama a un espacio seguro en la Casa Blanca, donde una juez del Tribunal Supremo le espera para hacerle jurar el cargo. Para, inmediatamente, hacerle entrar en la sala donde el gabinete de crisis está reunido (el maletín de lanzamiento de misiles también). Tom, digo, el Señor Presidente, está absolutamente perdido, sobrepasado, asustado.

Kirkman no es tonto, y va a empezar a crear su nuevo equipo, empezando por un asesor, de ascendencia árabe, que, a través de las paredes de un baño (y, por supuesto, sin saber que es él), le va a decir lo que todo el mundo piensa, y nadie se atreve a decir. Pronto llegarán otros, para ayudarle y apoyarle como su, hasta ahora, jefa de gabinete (Italia Ricci, esta misma semana se ha casado con Robbie Amell; ya sabéis que la familia me pierde). Pero no todos querrán lo mejor para él. Por si no tenía suficiente.

Y es que, por supuesto, el ejército lo que quiere es responder al ataque, y, el Presidente, que ante todo es un negociador nato, lo va a impedir. Eso no le va a granjear muchas amistades, e, incluso,  va a provocar que el General al mando, empiece a elaborar un plan para dar un golpe de mano y hacerse con el mando. Y, al mismo tiempo el caos se desata, con policías arrestando musulmanes a diestro y siniestro, y gobernadores con sordera testicular. Todo ello, en sus primeras horas de mandato.

Mientras, el FBI intenta descubrir quiénes han sido los autores del atentado; todo indica que ha podido ser uno de los grupos terroristas, esos que primero vienen a nuestro pensamiento, AlQaeda, Isis… Pero ¿y si no fuera así? Hannah Wells (Maggie Q, a la que hemos visto en la saga Divergente, aunque seguimos sin saber si estará en el incierto último episodio) tiene sus dudas. Y tiene la difícil tarea de convencer a sus jefes.

Keifer Sutherland ha pasado de matar chinos a mordiscos para salvar USA y a su Presidente de un ataque terrorista más, a convertirse en Presidente él mismo, tras un ataque terrorista, (que, por otro lado, seguro que Jack Bauer habría evitado con un chasquido de dedos). Cosas de la televisión.

Publicado en Tribuna de Ávila