Echemos unas risas

A veces, entre tanto drama y tanta fantasía, parece que se me olvidan las series de pura y simple comedia. Esas que duran la mitad, y que (en la mayoría de ocasiones) llevan risas enlatadas, (aunque, a veces, se trata de público real).

Pero no sé cómo se me podrían olvidar esas series, cuando algunas de ellas son parte de nuestra vida. Sí, estoy pensando, entre otras, en Friends, la historia de aquellos seis amigos, de la que tantas otras han bebido, (por ejemplo, Cómo Conocí a Vuestra Madre, Will y Grace, o The Big Bang Theory) y que más de veinte años después, seguimos viendo. Y disfrutando (actualmente se emite en loop en Comedy Central).

 

 

Porque no me negaréis que al principio The Big Bang Theory os recordaba a Friends. Dos amigos que comparten piso, uno de ellos un «poco» (bueno, en el caso de Sheldon todo es siempre excesivo) maniático, y al otro lado del descansillo un(a) vecin(a) muy mona, pero no muy lista. Pero ahí se acaban las comparaciones, (bueno y en la relación on/off de dos de sus protagonistas) puesto que la serie protagonizada por Jim Parsons se ha ganado a pulso su propia entrada en el Hall of Fame de nuestros hogares.

Todos conocemos el argumento, ¿verdad? Los cuatro inteligentísimos científicos, que apenas saben desenvolverse en el mundo «real», fuera del laboratorio o la tienda de cómics, y a los que la llegada a sus vidas de la vecina, (una atractiva eterna aspirante a actriz, que sobrevive, como todas las eternas aspirantes a actriz, trabajando de camarera), supondrá un soplo de aire fresco en unas vidas que se desarrollan entre la ciencia y el frikismo (lo que en España llamamos friki, en Estados Unidos lo llaman geek), que se mueve entre los juegos (nada) infantiles, los cómics o las series y películas de ciencia ficción.

 

 

Una curiosidad: Sheldon tiene la mejor colección de camisetas frikis del mundo (las quiero todas), muchas de The Flash (el personaje de cómic) del que es un gran fan. A cambio, Cisco, de la serie The Flash (que tiene la segunda mejor colección de camisetas frikis), en ocasiones viste camisetas de Big Bang Theory.

Los cuatro amigos son Leonard Hofstadter (físico experimental) el más normal de los cuatro, a pesar de su madre; Raj Koothrappali un (astrofísico) hindú que tiene auténticos problemas con el lenguaje y con el trato con la gente, en general, y con las mujeres en particular; Howard Wolowitz (ingeniero aeroespacial) que (aún) vive con mamá, quien le manipula y de la que solo conocemos su voz;  y el incomparable Sheldon Cooper (físico teórico), que tiene una inteligencia muy fuera de lo común y una memoria excepcional, pero, aparentemente, sufre (aunque nunca se haya querido confirmar) de Síndrome de Asperger, lo que explicaría sus compulsiones, su dificultad para entender las bromas o el sarcasmo, su indiferencia ante el sexo, y su hipocondria. O igual es que simplemente es así.

 

 

Después de que Penny (toc, toc, toc; Penny, toc, toc, toc; Penny, toc, toc, toc) apareciera en sus vidas, estas cambiaron. Claramente a mejor. Y es que, con ella, llegaron otras mujeres, como Bernadette, que acabara convirtiéndose en señora de Wolowitz, y, por supuesto, Amy, la gran Mayim Bialik, (que en la vida real es doctora en Neurociencia, y a la que todos los fans de las series de comedia de más de treinta recordamos como Blossom), y que, simplemente, es Sheldon en femenino.

Y, así, a lo tonto, esta semana ha terminado la novena temporada, (incluido un maratón en TNT, el canal que lo emite sin descanso) y sigue atesorando premios, y audiencia. Muy recomendable para aquellos que entiendan, al menos, un diez por ciento de las bromas y referencias.

 

 

Cuando hago una lista de las series que más han influido en mi vida, siempre incluyo, inevitablemente, Padres Forzosos, en inglés, Full House, por el juego de palabras: una casa, que, de repente, se llena de gente, y una figura de póquer de ¿tres reyes y dos damas?, (la pequeña, entonces no contaba; bueno, ahora tampoco).

Durante años, no me perdía un episodio de esta serie, en esa franja en que el Canal Plus emitía en abierto. Allí vimos crecer a unas niñas, que se convirtieron en jovencitas, (por si alguien no lo sabe, las mediáticas gemelas Ashley y Mary-Kate Olsen interpretaban a la pequeña Michelle Tanner desde bebés) y que ahora son madres, y vimos madurar (para mejor) a un John Stamos que es mucho más guapo ahora que en los primeros noventa. Estoy segura de que es el pelo.

Hace unos se anunció que el cast (casi) completo de Padres Forzosos se reunía para retomar la serie. Iba a estar producida, entre otros, por Stamos, que, además, en ese momento, estaba protagonizando Grandfathered (la historia de un playboy, dueño de un restaurante de moda, que un día descubre que, no solo es padre, sino que también es abuelo), que acaba de ser cancelada después de su primera temporada.

Esto de que Netflix cuelgue las temporadas de las series completas, es un peligro. Os puedo decir que en un solo domingo, y del tirón, me vi la primera de Madres Forzosas (o Fuller House). La historia se repite. Ahora DJ Fuller (el juego de palabras en inglés en este caso es entre una casa aún más llena, y el apellido de casada de la nueva protagonista), es veterinaria y se ha quedado viuda, con tres hijos; y serán su hermana Stephanie (que trabaja como DJ, y le ha robado el nombre artístico a su hermana) y la eterna (e insufrible) vecina, Kimmy Gibbler, (recién separada y de profesión, Kimmy Gibbler), y su hija, las que se vayan a vivir con ella. Mientras, su familia, hará esporádicas apariciones, (sobre todo el tío Jessie) para que a ninguno se nos olvide dónde empezó todo.

El primer episodio te hace sentir joven otra vez. O a lo mejor, te recuerda lo mayor que eres. Toda la familia (toda no; Michelle ni aparece, lo cual deriva en un montón de chistes y referencias a las hermanas Olsen) se reúne en la vieja casa familiar, en una fiesta de despedida, antes de venderla. Pero cuando escuchan a  DJ a través del vigilabebés, (un poco como el «manda güevos», pero con menor repercusión) lo angustiada y sola que se siente, ahora que ella va a tener que criar a sus tres hijos sin ayuda, todo va a cambiar.

La solución: La casa no se vende. Stephanie se muda a la antigua habitación de Joey (en el sótano), y Kimmy, que se acaba de separar de un argentino, que habla un terrible inglés (interpretado por Juan Pablo di Pace, muy arraigado a nuestro país, y al que entrevisté hace unos años, cuando presentó un espectáculo musical en la sala Galileo-Galilei de Madrid) a la del Tío Jesse en el ático. Las habitaciones infantiles estarán algo más reñidas.

 

Pronto aparecerán Cosmo, el perro, (que, obviamente no es el mismo, sino un descendiente de una larga línea de Cosmos), o Steve, el antiguo novio del colegio de DJ, acompañados de nuevos personajes, para recrear aquel ambiente familiar que tanto disfrutamos a finales de los ochenta y principios de los noventa.

Ya han empezado a rodar la segunda temporada. Especialmente recomendada para nostálgicos y para amantes de la comedia familiar sencilla. En Netflix.

Publicado en Tribuna de Ávila