No culpes al karma…

de lo que te pasa por gilipollas.

Con un título así, en cuanto vi el libro en La Casa del Libro de Gran Vía, un domingo que estaba “empapándome de Madrid” (soy feliz ahora que vivo en la tranquilidad de una ciudad pequeña, pero a veces necesito ruido y contaminación, para poder volver a casa diciendo lo feliz que soy viviendo en la tranquilidad de una ciudad pequeña), supe que tenía que leerlo. Y fue todo un acierto. Laura Norton, tiene un espléndido sentido del humor (en un par de ocasiones tuve que dejar de leer por que las lágrimas de risa no me dejaban ver, como en la conversación telefónica en el vagón del metro).

Sara tuvo, como todas nosotras, un amor de adolescencia, (bueno, yo tuve un par) el guapísimo Aarón, que, además tenía un grupo de música, por si ser guapo no fuera suficiente. Tanto le gustaba, que cuando él se apuntó a la obra de teatro del colegio, ella le siguió hasta allí. Pero no actuó, sino que se encargó del vestuario, con el consejo de su abuela, plumista (de esas que hacen sombreros, tocados y todo tipo de complementos de plumas). Su trabajo resultó todo un éxito; tanto que Aarón, (al que había conseguido acercarse relativamente), le aconsejó que se dedicara a ello de mayor. Pero Aarón desapareció de su vida, sin darle siquiera un beso, y ella decidió estudiar Ciencias Químicas, y olvidar lo de las plumas para siempre.

Cuando la (puñetera) crisis le hace entender que en España no va a poder trabajar de lo suyo, y después de descubrir que, a pesar de estar preparando unas oposiciones a profesora, no es eso lo que quiere hacer con su vida, toma una decisión. Hacerse plumista; como su abuela (y como Aarón le aconsejo, años ha). Así que le pide a su padre que le ceda la antigua tienda y el taller que él heredó de aquella, y pone todo su empeño y todo su tiempo, en sacar adelante el negocio. Para ello emplea sus días, y muchas de sus noches, quedándose, cada vez más veces, a dormir en la vivienda de la planta de arriba, aunque su padre no le haya dado permiso explícito para ello.

La cosa no va bien. Está a punto de tirar la toalla. Y para colmo, una serie de circunstancias van a hacer que todo se complique todavía más. En una misma noche descubren que su madre tiene una aventura, y que su hermana, modelo de veinte años recién cumplidos, ha decidido casarse con un novio al que nadie conoce. Demasiadas noticias para una simple cena familiar. El resultado de la accidentada reunión es que su padre y su hermana se van a vivir, con ella, al piso de la abuela. Justo a una semana de que su novio, al que lleva si ver un año, puesto que tuvo que emigrar a París para encontrar trabajo, viene a pasar unos días con ella, y lo que necesitan es una casa vacía para poder hacer, por fin, lo que no han podido hacer por Skype (esta vez lo he escrito bien, ¿no?) en los últimos meses. Y por si la casa no estuviera suficientemente llena, Lu, su hermana, se trae a su prometido, a pasar la noche. Y su novio no podía ser otro que Aarón, que ahora es famoso.

A eso hay que añadir que Roberto, su novio, llega con Eric, un amigo danés al que ha invitado a quedarse en el, ya de por sí, superpoblado piso, y que, además, le ha dicho que tiene que decirle algo, pero que no se lo termina nunca de decir; que a Sara le ha surgido una gran oportunidad, preparando los complementos para el desfile de un amigo en la pasarela Cibeles, que le puede dar por fin el nombre que necesita; ah, y que tiene humedades en el techo.

A partir de ahí, los sentimientos de Sara empiezan a viajar en una montaña rusa. Como es de suponer, todo esto acabará por enredarse, y la aventura la va a llevar por un viaje emocional y físico  que puede acabar incluso en China, pasando por el Zoológico de Madrid. Todo con un lenguaje muy de hoy, sin cortarse un pelo, y tocando temas tan actuales como las preferentes (el libro es de 2014) o las nuevas tendencias en la depilación masculina. Muy divertida y actual.

Precisamente en estos días ha comenzado el rodaje de siete semanas de la adaptación cinematográfica de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, (de la que sólo tenemos la primera imagen) que dirige Maria Ripoll y que protagonizan Verónica Echegui, Alex García, David Verdaguer, la modelo Alba Galocha, Cecilia Freire, Elvira Mínguez y Jordi Sánchez.  No soy yo muy fan del cine español, pero estoy dispuesta a dar una oportunidad a esta comedia. Esperemos que no defraude.

Publicado en Tribuna de Ávila