Eternos, de Kirsten Miller

Haven es una chica de pueblo americana. De un pueblo de Tenessee, concretamente. Vive con su madre y su abuela, que, sorprendentemente, es su tutora, desde que su padre murió, y su madre estuvo desaparecida durante un tiempo. Y aún le quedan diez meses para cumplir la mayoría de edad.

Haven es una chica muy rara. Desde pequeña tiene visiones. En ellas, inconsciente tras sufrir un desmayo, ve gente y lugares en los que nunca ha estado, pero que parece conocer a la perfección. Y sobre todo busca a un chico, Ethan, del que parece haber estado enamorada siempre. Su abuela, casi una fanática religiosa, y el pastor de su Iglesia, que, según parece además es psicólogo, llevan nueve años dudando entre la posesión y la locura. Y durante algún tiempo han conseguido dominar las visiones de la joven. Aunque ahora, a punto de irse a la Universidad, parecen haber vuelto, con más fuerza que nunca.

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Por supuesto, este comportamiento tan extraño no ha favorecido la vida escolar de Haven. Durante muchos años su único amigo ha sido Beau, un compañero homosexual, tan discriminado por sus compañeros como ella, con el que tiene un floreciente negocio de diseño y confección de vestidos para las fiestas de graduación.

Un sermón, un incendio, una vidente, un castigo, un programa de televisión y una misteriosa fundación llevan a Haven a huir de su pueblo para ir a Nueva York a buscar a Iain, un guapo playboy millonario y sospechoso de una desaparición. Su intuición y sus visiones le dicen que se trata de Ethan, el hombre del que estaba enamorada en una vida anterior, y con el que murió en un incendio cuando ella era Constance. Necesita saber la verdad.