El Espía de Madrid

Una época en la que los hombres llevaban sombrero, las chicas carabina… Y la República estaba a punto de caer.

Una novela de espías, de esas en las que casi les pones cara a los actores que deberían interpretar la versión cinematográfica. Novela negra de las de toda la vida, en la que un espía como tiene que ser (atractivo, inteligente, resolutivo) es enviado desde Madrid a la Barcelona de mediados de Julio de 1936, donde están sucediendo cosas «extrañas». El asesinato de un industrial, el atentado frustrado contra un militar, reuniones clandestinas, rumores, movimientos en los cuarteles y en la calle…

Nelo, El espía de Madrid, se pone a las órdenes del comisario Escofet para intentar desentrañar y detener lo que se está fraguando, en una carrera contrarreloj, sobre todo desde el punto de vista del lector, que ve cómo avanza el mes de Julio, y sabe cuál va a ser el desenlace. Una serie de personajes como el agente Estremera (un elemento que, de haber sido una novela de ciencia ficción, hubiera sido un ordenador parlante, capaz de encajar las piezas de un puzzle en su mente) que vuela desde Madrid para ayudar a Nelo (del cual no sabemos el nombre completo, aunque sí algunos de sus alias), el joven y provinciano periodista Querol, que a pesar de su juventud y su «poco mundo», es capaz de ver siempre más allá, y de convertirse en un improvisado aliado del protagonista. Y por supuesto, la chica, la misteriosa y ambigua belleza francesa que hipnotiza hasta al más duro sólo con su mirada azul.

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Una ambientación impecable que te hace sentir que caminas por las calles de Barcelona, un rigor histórico sin fisuras, (al menos en lo que yo conozco de esa época de la Historia de nuestro país) a pesar de la adaptación de sus vidas reales a una novela y la necesaria aparición de personajes ficticios y un final… Bueno el levantamiento y la Guerra Civil están ahí, no vamos a cambiar la Historia como Tarantino, ¿verdad?