Con esto de que ahora, también, soy librera, he recuperado el maravilloso hábito de la lectura (compulsiva). Ya, ya lo sé, os preguntaréis cómo hago para ver del orden de 15-20 series, y, además, leer un par de libros a la semana. Yo también me lo pregunto. La verdad es que ahora me he vuelto mucho más “exquisita”. 100 páginas o dos episodios de margen. Si para entonces no me ha enganchado, a otra cosa, mariposa.
Mis gustos en cuanto a libros se refiere (ya lo sabéis) no se diferencian mucho de mis gustos sobre series (excepto que al “macizo” de turno, me lo imagino en vez de verlo, generalmente en la persona de alguno de esos actores que tanto me gustan; qué buena directora de casting iba a ser yo, en serio). Romance sobrenatural, comedia romántica, lo de siempre, vamos. En algunas ocasiones, los argumentos llegan a parecerse mucho, pero, vamos lo mismo que pasa con las series.
Hoy os voy a hablar de dos (bueno, tres) novelas escritas por sendas escritoras españolas (habéis leído bien, no son inglesas, ni americanas, ni siquiera australianas): Alice Kellen y Elisabet Benavent.
Todo lo que nunca fuimos (y Todo lo que somos juntos, los libros que componen la mini saga Deja que ocurra de Alice Kellen), cuenta una historia, que transcurre en Australia. Es la de Leah, una joven que ha perdido a sus padres en un accidente de coche, (en el que ella también viajaba) y que actualmente se encuentra en una profunda depresión. No pinta (la pasión de su vida), no se relaciona con nadie, apenas habla. Vive con Oliver, su hermano, diez años mayor, al que acaban de comunicar un traslado laboral al otro lado del país (que como sabéis, no es precisamente pequeño). Así que éste le va a pedir a Axel, su mejor amigo, casi hermano, hijo de los que también fueron los mejores amigos de sus difuntos padres, y vecinos durante todas sus vidas, que acoja a su “hermanita” pequeña hasta que acabe el colegio y pueda ir a la universidad. Claro que con lo que no cuenta Oliver es con que Leah lleva enamorada del golfo de Axel toda su vida.
Es un libro muy fácil de leer, en el que la música tiene mucha importancia, (Los Beatles son casi tan protagonistas como el resto de personajes del libro), y con escenas de sexo muy explícito y descriptivo.
Toda la verdad de mis mentiras tiene tres cosas en común con estos dos libros. La música, aunque, para mi gusto, la referencia a las canciones está metida con calzador (cuando hablamos con nuestros amigos, no solemos decir el título de la canción y el nombre del artista, como si fuéramos presentadores de Eurovisión), el sexo explícito (aunque es más “moderado” que en otras novelas de la misma autora), y eso del amor “prohibido” por el mejor amigo.
Coco está enamorada de Marín, el hombre perfecto. Pero Marín no solo es su compañero de piso, sino que es su mejor amigo. Y aquí entran en juego las dos premisas típicas de estas historias. Los hombres y las mujeres (casi) nunca pueden ser solo amigos y si quieres arruinar una amistad, haz que haya sexo de por medio.
El caso es que Coco y la “pandi” se van a ir a pasar el fin de semana en una autocaravana a una playa de levante, para celebrar la despedida de soltera de Blanca, su mejor amiga. Pasar tanto tiempo encerrados en un espacio tan pequeño, puede ser peligroso, cuanto menos, sobre todo, si tienes en cuenta que todos tienen algo que ocultar, y ninguno quiere que los demás lo sepan. Coco, para disimular lo que siente, por Marín, ha hecho creer a todos que sigue enamorada de Gus, su ex. Y al viaje también va Aroa, la ex de Marín, que está convencida de que van a volver juntos. Mientras, la novia, está demasiado tensa como para que sean solo los nervios de la boda. Y el único que sabe todo lo que pasa, es Loren, el amigo gay, que los aguanta y consuela a todos por igual. Lo dicho, ya está el lío montado…
¡Que los disfrutéis!
Publicado en Tribuna de Ávila