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Algunas de las personas que me leen, en ocasiones, me dicen que no conocen ninguna de las series de las que escribo. Yo intento ser variada, tratar temas para todos los gustos; series de intriga, comedia, paranormales, románticas, históricas o de superhéroes, suponiendo que todo el mundo conocerá y seguirá, al menos, alguna, pero, después de todo, el fin ultimo de este blog es, precisamente, recomendaros series nuevas, en la esperanza de que alguna(s) os pueda(n) gustar tanto como a mi.

Sin embargo, esto me ha dado una idea: escribir de vez en cuando sobre series clásicas; recordar esas que todos hemos visto, que marcaron nuestra adolescencia o juventud. Si alguno de vosotros no ha visto nunca ninguna de ellas, que levante la mano, o que deje un mensaje al final de este post (o en redes sociales). Bueno si las habéis visto, también podéis, ¿eh?

Los primeros recuerdos (vagos) que guardo de series adultas (Mazinger Z y Pippi Calzaslargas las consideraremos infantiles) son Las Calles de San Francisco o Hawai 5-0. Esta ultima tiene ahora un remake, que se emite en Fox, Cuatro y Energy, cuyo cast principal se compone de dos protagonistas guapos, (aunque no son mi tipo), y medio avión de Perdidos; debían de sentir nostalgia de la isla. (No os preocupéis, hablaremos de Perdidos pronto, creo que ha llegado el momento de verla otra vez, con nuevos ojos).  Y por supuesto aquellos Grandes Relatos, Hombre Rico Hombre Pobre, Capitanes y Reyes, Holocausto, Raíces o Yo Claudio.

Pero las series a las que estuve realmente enganchada en mis primeros años televisivos fueron Los Angeles de Charlie y Enredo. Ambas series coincidieron en el tiempo en la parrilla americana, (1976-77 a 1981) tenían una intro memorable, y eran muy distintas entre sí.

 

 

Todas las niñas de mi generación queríamos ser un Angel de Charlie; rubias, morenas, altas, bajas, pura voluptuosidad y femineidad (toma ya) o con un punto más andrógino, en el recreo jugábamos (yo siempre me pedía a la rubia; primero Jill y luego Kris Munroe) a ser aquellas «tres muchachitas que fueron a la academia de policía», pero que acabaron trabajando como investigadoras privadas para un jefe al que sólo conocían por un cutre manos libres (alta tecnología de la época), con la única ayuda de Bosley, aquel tipo gordete y feúcho, y las múltiples habilidades y capacidades con las que contaban cada una de las tres (siempre eran tres). Los ángeles fueron cambiando a lo largo de sus cinco temporadas, e intentaron mantener siempre el mismo espíritu, pero, poco a poco, fue decayendo.

 

La serie, sin embargo, marcó a una generación. La prueba es que se adaptó al cine en dos ocasiones (2000 y 2003), como herramienta de lucimiento de sus protagonistas Lucy Liu, Drew Barrymore (que además producía) y Cameron Diaz, (además de servir para escuchar el True de Spandau Ballet en una BSO americana).  Justo esta semana se acaba de anunciar una nueva, que dirigirá Elizabeth Banks (esperemos que sea mejor que Pitch Perfect 2). Y sí. También hubo un reboot en la ABC en 2011. Pero cuando una serie es cancelada tras la emisión de cuatro episodios, mejor no darle mucha importancia.

 

 

Enredo era una serie difícil, tremendamente adulta para la época, verla era una auténtica aventura (me sorprende que mi madre me dejara). La emitían (no todos) los domingos por la noche en la «segunda cadena» (sólo había dos ¿os acordáis?), cuando le apetecía al programador de turno. Era la «historia de dos hermanas, Jessica Tate y Mary Campbell», y de sus alocadas familias. Una hermana (la rica) vivía en las nubes, y la otra (la pobre) tenía un marido que creía que se podía hacer invisible.

 

Además de ser el trampolín de lanzamiento del eterno presentador de los Oscar, y protagonista de películas memorables como Cuando Harry Encontró a Sally, o (no por menos conocida evita ser genial), Olvídate de París, Billy Crystal, Enredo, era una ácida parodia de los clásicos seriales dramáticos de la televisión americana, esos que pueden durar años y en los que pede pasar de todo, y que llegarían posteriormente a nuestro país, en su formato más lujoso, con Dallas, Dinastía, Falcon Crest, o, con un punto más cutre, Santa Barbara.

 

 

Hablando de Dinastía. Esta y no otras (como Dallas) es una de esas series que marcaron mi adolescencia. El magnate Blake Carrington, casado con la angelical (al menos en apariencia) Krystle, con una familia que no le daba más que disgustos, empezando por su exmujer, la malvada por excelencia: Alexis. Esa serie que yo me escapaba a ver con una compañera de clase en el recreo (vivíamos al lado del colegio, que conste que no hacíamos “pellas”), en los primeros tiempos de la tele matinal española. Tuvo un spin off, Los Colby, protagonizado por Charlton Heston y Barbara Stanwyck (no se anduvieron con chiquitas), que aún así solo duró dos temporadas.

Dos curiosidades destacables a lo largo de los nueve años de Dinastía: La primera, es la facilidad con la que cambiaron a la actriz que interpretaba uno de sus personajes principales (Fallon); así como así, sin operación para arreglar un rostro desfigurado por un accidente, ni nada. Hoy era una y mañana otra. Y, la segunda, es que Daniel Reece fue la última aparición en pantalla del maravilloso Rock Hudson, ya entonces enfermo de SIDA (algo que levantó un gran revuelo, en una época en la que no se conocían a ciencia cierta las formas de contagio).

Continuará…

Publicado en Tribuna de Ávila, el 16.04.2016