Glee y el efecto Ryan Murphy

Os propongo un experimento: Coged a los chicos de High School Musical (que acaba de cumplir diez años, con una celebración muy descafeinada, consistente en un par de fotos, y sin Zac Efron) y quitadles el barniz de Disney: ya no son los más populares del colegio, sino más bien al contrario, ni los más guapos, y además tienen muchos problemas reales: embarazos no deseados, problemas de integración, discriminación sexual o discapacidad. Haced que haya mucha tensión sexual, que se enamoren los unos de los otros, y que sufran de desamor, y que las parejas se rompan, y se crucen, y se enreden, y vuelvan a enamorarse. Y haced que poco a poco se creen lazos de amistad imposibles, pero irrompibles. Pero que ellos no se den cuenta.

Alrededor de ellos hay que crear una serie de personajes importantes. Por supuesto los malos tienen que ser de aúpa, un cruce entre Angela Channing y Benjamin Lynus. Y los buenos tienen que ser generosos e ingenuos, por lo menos como Bambi.

Y ponedle música. Que canten. Que canten, de maravilla, canciones conocidas por todos, con un abanico de estilos que abarque Barbra Streisand, AC/DC, Beyonceé, Lionel Richie, Neil Diamond, Queen, Sammie Davis JR, The Pretenders, Liza Minnelli, Van Hallen, y, por supuesto, Madonna (dedicadle un capítulo, incluso). Y que la historia eche a andar.

Parece sencillo, ¿verdad? Pues Glee, que así se llama la serie que habéis creado, fue en 2009 uno de los fenómenos televisivos y musicales en Estados Unidos y en todo el mundo. Ganó multitud de premios (incluido el Globo de Oro y varios Emmys), vendió millones de discos de la banda sonora y colgó el cartel de sold out en todas las paradas de su gira en Estados Unidos, gira que luego llevarían a Reino Unido. Y es, además, el mayor exponente de lo que en estados unidos se ha dado en llamar el «Efecto Ryan Murphy».

Ryan Murphy es un director y guionista, al que conocemos, ante todo, por sus magníficas series, con títulos tan destacados como Nip/Tuck (A golpe de bisturí), American Horror Story (y su hija AHS Hotel), o la nueva Screaming Queens. Hay dos características fundamentales que podrían describir las series de Mr. Murphy. Una es su defensa y apoyo al movimiento LGBT, (al cual pertenece), en la elección de temáticas, personajes y actores. La otra es que, en seguida, «se aburre».

Las primeras temporadas de sus series suelen ser excepcionales, pero, una vez que han triunfado, pasa al siguiente proyecto, abandonando a su suerte los anteriores. Y los americanos, que enseguida le ponen un nombre a todo, han dado en llamar a eso el Efecto Ryan Murphy.

Así que la primera temporada de Glee fue una revolución. La segunda aún no sufriría el «efecto» (de hecho, volvió a ganar el Globo de Oro), pero se iba notando que el éxito se le estaba subiendo, poco a poco, a la cabeza, y muchos quedamos algo defraudados. Demasiada Ga-Ga, demasiada Katy Perry, demasiada Britney (con aparición estelar incluida), demasiados Warblers, demasiada Rachel. Poca Barbra, poca Aretha, poca Mercedes, poca Sue Silvester, pocos argumentos. Historias forzadas por la obligación de incluir los últimos hits y construir el argumento alrededor de ellos, en vez de buscar la canción adecuada para el momento. Ni siquiera las apariciones estelares de John Stamos, o Gwyneth Paltrow (que nos sorprendió a todos en su faceta como cantante, que luego explotaría en alguna película), fueron capaces de levantar el argumento.

Cuando llegó la tercera temporada, me empezaba a dar ya un poco de pereza. Los primeros episodios resultaron algo flojos, y después de verlos, me olvidé de la serie por un tiempo. Pero, un día, buscaba algo en youtube, y me encontré con Mercedes, vestida de animadora, cantando el Beautiful de Christina Aguilera, que había hecho que se me saltaran las lágrimas en la primera temporada. Me invadió la nostalgia y me puse a buscar antiguos vídeos de Glee: Imagine, Somebody to Love, Don’t Rain on my Parade… Recordé por qué me había enganchado a la serie, y decidí darle una segunda oportunidad. Y me alegré.

Obviamente, la serie no tenía la frescura del principio. Había coreografías poco trabajadas, y sorprendía ver a actrices no clavar el playback en algunos temas. La tensión sexual contenida ya no era la misma. Los romances (de todas las tendencias) estaban bastante asentados. Pero las historias volvían a ser lo suficientemente intensas como para estar deseando saber qué iba a pasar en el siguiente episodio.

Los cameos de la temporada: Jeff Goldblum, Ricky Martin, Gloria Estefan, Whoopy Goldberg, Lindsay Lohan o incluso Pérez Hilton, el “cotilla” oficial de Hollywood. Los homenajes, a Michael Jackson y Whitney Houston (si sois de lágrima fácil, como yo, no olvidéis los kleenex). Eso sí, el número del Profesor Schuester, vestido de torero, absolutamente prescindible.

Algunos de los nuevos personajes, (Rory Flanagan, Joe Hart, Sugar Motta) todos más jóvenes, para que pudieran continuar en la siguiente temporada (entonces ya confirmada), fueron elegidos a través de Glee Project, un reality creado específicamente para ello, con uno de los protagonistas de la serie como mentores en cada uno de los programas. Mención especial merece Sebastian, el malo. Interpretado por Grant Gustin (Barry Allen, alias The Flash), que fue uno de los grandes descubrimientos de la serie.

En definitiva, era el último año en el Instituto de Rachel, Finn, Puck, Santana, Quinn, Mercedes, Kurt, Britany y Mike. Y tenían que decidir su futuro, saber qué querían dejar atrás y a qué no estaban dispuestos a renunciar. Hubiera sido el final perfecto.

Y entonces llegó la cuarta temporada. Una temporada ésta realmente extraña. Personajes que aparecían y desparecían sin explicación alguna, (claro que las curas de desintoxicación y embarazos de sus protagonistas no ayudaron demasiado), el empeño en basar todo el peso en Rachel (uno de los personajes más molestos de la Televisión, a juego con la actriz que lo interpretaba), argumentos poco trabajados, errores en la línea temporal… No hace falta que diga que American Horror Story estaba en pleno apogeo, y Ryan ya había perdido el interés en Glee.

Yo entiendo que sacar adelante un nuevo curso escolar con todos los “seniors” que se graduaron en el anterior era difícil, sobre todo después de lo que nos hicieron llorar en los dos últimos episodios de la tercera temporada. Y por mucho que se empeñaran, Tina, Artie, Sam, Blaine, Joe, y Sugar (cuando se dignaban a aparecer) no tenían fuerza suficiente para sacar la historia adelante. Ni siquiera los intermitentes Finn y Mr. Shue o Sue Sylvester consiguieron mantener el pulso de la historia. Y eso que el espectacular Darren Criss se echó el peso de la serie sobre sus hombros, con un notabilísimo resultado, que lo transformó en mi estudiante favorito del McKinley High, siendo, por ejemplo, el primero de todos los actores que interpretó no una, sino dos canciones con sonido directo.

Y ¿qué decir de los nuevos? (supongo que uno de los motivos de que la temporada no coincidiera con el curso escolar, era dar tiempo a que nos acostumbráramos a ellos, antes de que se graduaran los que quedaban.) Tanto las dos chicas, Marley y Kitty, como los dos chicos Jake y Ryder vagaban por los pasillos, sin una historia sólida y con muy poca química; eran monos, pero tenían poco “punch”. Eso sí. Menudo descubrimiento Melissa Benoist (la protagonista de Supergirl) la más guapa, con diferencia, de las chicas del cast, y con poco que envidiar a ninguna de las voces sagradas de la serie. Si al menos hubieran encontrado un argumento que enganchara… Mención aparte merece Wade/Unique, uno de los personajes más prescindibles de la serie. Pretendieron crear un(a) nueva Mercedes, pero lo único que consiguieron fue una interpretación grotesca e innecesaria, que aportaba poco a la, ya de por sí, deslavazada historia.

Aún quedaba la vida paralela, que transcurría en Nueva York, a cargo de Rachel y Kurt, y las apariciones imprescindibles del resto de graduados, nos hacían recordar el antiguo encanto de la serie, además de la música. Y es que las historias de amor (o desamor) que de verdad tenían interés, eran las de siempre. Hay varios episodios que realmente merecieron la pena. Los dos relacionados con Grease, el de San Valentín (aunque considero innecesario uno de los emparejamientos, demasiada endogamia), y por supuesto el de las rupturas.

En la quinta temporada ocurrió la tragedia. Cory Monteith, el protagonista y pilar fundamental de la serie, murió de sobredosis, a los pocos días de salir de una clínica de desintoxicación, y un par de semanas antes de que comenzara el rodaje. Hubo que cambiar los guiones a toda prisa (aunque dejaron los dos primeros episodios), y no fueron capaces de reenganchar al público (excepto, obviamente, en los de homenaje a Finn/Cory),

Surgieron montones de preguntas: ¿A nadie le importaban las decisiones (algunas muy equivocadas) que Rachel iba tomando, sin la mano de Finn ayudándola a no arruinar su futuro? ¿Es que no tenía a nadie a quien pedir consejo? ¿A sus padres, a su madre, a Mr. Shue? ¿Dos episodios después de acabar el colegio, nadie se acordaba de los “newbies”? ¿Porqué era tan importante ser la reina del baile en las primeras temporadas, y se pasó tan de puntillas en esta? ¿Qué le pasaba al profesor Schuester? ¿Por qué de repente luchaba en contra de aquellos que habían sido sus principios? ¿Qué pasó con los invitados especiales? ¿Dónde quedó Dani interpretada por Demi Lovato,  o Elliot, por Adam Lambert, (que vendrá a España de gira como voz de Queen próximamente, y que fue un gran descubrimiento para mi)?

Y sobre todo las guerras internas nos privaron de disfrutar de los personajes que los fans, los que llenaron los estadios para verles en directo, esperaban. ¿Cómo es posible que Quinn no fuera a despedirse de Finn? ¿Dónde estaban los New Directions el día del estreno de Funny Girl?

Grandes nombres como June Squibb, (que había sido la nominada más mayor a los Oscar de aquel año), Billy Dee Williams (sí, Lando Calrissian), el protagonista de Pitch Perfect, Skylar Astin o Phoebe Strole (parecía que no iba a quedar uno solo de los actores de Spring Awakening por aparecer), la modelo Tyra Banks, el vampiro Peter Facinelli, o Mr. Fantastico, Ioan Gruffudd ¡hasta Shirley McLaine! no fueron capaces de levantar la audiencia.
El episodio final de temporada obtuvo un bajísimo dato de audiencia. Glee parecía la crónica de una muerte anunciada, pero ya poco importaba.

No me preguntéis por la mini-temporada sexta de sólo 13 episodios. No recuerdo prácticamente nada. Un chico nuevo con una voz espectacular, Rachel haciendo el ridículo, y un número final realmente memorable con (prácticamente) todos los alumnos que pasaron por el Glee Club y un especial homenaje a su protagonista desaparecido. A veces es mejor no forzar las situaciones…

¿Qué es ahora de los chicos de Glee? Pues aparte de Mark Salling (detenido las pasadas navidades por un asunto muy turbio), a algunos de ellos parece irles bien. Matt Morrison y Darren Criss han sido vecinos en Broadway, protagonizando Finding Neverland y Hedwig and the Angry Inch, respectivamente;  en cuanto a televisión se refiere Lea Michele (que era la novia de Cory Monteith en la vida real) ha vuelto a trabajar (una vez superado el luto con un disco y un libro de memorias y consejos) a las órdenes de Murphy en Screaming Queens, Harry Shum es uno de los protagonistas de Shadowhunters, Grant Gustin es nada menos que The Flash y Melissa Benoist es Supergirl (prometo ponerme al día con esta serie pronto). Y no puedo olvidar a Riker Lynch, que forma parte de uno de los grupos adolescentes de moda, R5.No está mal.

Glee se ha emitido en Fox y en Antena 3. Todas las temporadas están a la venta en DVD, además de la película/concierto grabada durante su gira. Si dudáis, buscad en youtube algunos de los títulos que he mencionado en el artículo y no os perdáis algunas de sus actuaciones memorables. Os dejarán con ganas de más. Yo os he regalado la irrepetible Imagine, cantada junto a un coro de chicos sordos, que seguro habréis visto alguna vez en Facebook. Si os gusta el género musical, puede ser vuestra serie.

Dos consejos: Si podéis, vedla en versión original. Y muy importante. NUNCA escribáis un SMS mientras conducís.

Publicado en Tribuna de Ávila  23.01.2016