Esta semana vamos a hablar de música en directo. No, aún no toca hablar de Sting, que vendrá otra vez este año a tocar en Gredos (es curioso, no he visto nunca a Sting, en solitario, aunque tuve la suerte de ver a The Police en su reunión de hace una década. Un auténtico sueño hecho realidad). El post de hoy está dedicado a uno de esos miles de grupos que sólo conocen sus más allegados, que llevan años y años tocando en garitos, y que nunca encontraron a un gurú de las discográficas que les dijera, “chicos qué buenos sois, vamos a grabar un disco”. Como estos hay cientos, miles de grupos repartidos por el mundo, pero hoy os hablaré de uno muy concreto.
Érase una vez, hace ya veinte años cuatro chicos de Madrid buscaban bajista para su grupo. Ahí fue cuando yo los conocí. Los, ahora, cinco, empezaron a ensayar y componer. Su propia música, por supuesto. Empezaron a tocar en el circuito de pequeños (y a veces no tan pequeños) locales de Madrid. Participaron en concursos, y no lo hicieron demasiado mal. Todo ello en el tiempo libre que les dejaban sus trabajos. Ellos tenían ilusión en el rocanrol, pero no eran unos ilusos.
Al poco tiempo se fueron dando cuenta de que uno de ellos no encajaba con los demás. Tanto es así, que (el cantante) decidió dejar el grupo. Rápidamente uno de los guitarristas dio un paso adelante, y decidió sustituirle, lo cual fue una auténtica suerte, porque, no os voy a engañar, era cien veces mejor que el original. El tiempo pasó, y los cuatro chicos continuaron tocando sus propias canciones, que acompañaban de versiones de sus grupos favoritos.
A los pocos años, encontraron su primera piedra en el camino. El (nuevo) cantante, tuvo que dejar la formación. Había que rehacerse. El bajista tomó la voz cantante (en sentido literal), acogieron a un jovenzuelo como guitarrista, y prepararon nuevos temas. Incluso grabaron una maqueta, con temas propios, que enviaron a todas las discográficas, y que presentaron a la espera de que alguna les descubriera. No hubo suerte. Aquello podría haber sido el final.
Sin embargo, con la vuelta del cantante, volvieron las fuerzas. Decidieron dedicarse a las versiones, y seguir, seguir tocando, seguir disfrutando de la música y de la pequeña familia que habían creado. Porque, mientras, los años iban pasando, y los cuatro chicos se casaban, tenían hijos, e iban creando una pequeña tribu. Que les seguía allá donde fueran.
Años después encontrarían un nuevo obstáculo. El guitarrista tenía que irse a vivir al otro lado del mundo, por unos años. Creyeron que podrían hacer lo mismo que la primera vez, y empezaron a buscar un nuevo guitarrista. Pero el vínculo entre los cuatro era tan fuerte, que aunque encontraban buenos músicos, ninguno podía cubrir el hueco que había quedado. Así, que en vez de sustituirle, decidieron esperarle. Pero no dejaron de tocar. Simplemente adaptaron su repertorio, de manera que no se notara su ausencia. Así estuvieron tres años.
Todo volvió a la normalidad, hasta que, el bajista esta vez, se mudó a Ávila. Al principio lo intentaron, pero se dieron cuenta de que era muy difícil. Después de pasar años ensayando dos veces por semana, solo poderse reunir un par de veces al mes era insuficiente. Todos lo sabían. Así que los tres, volvieron a intentarlo, y otra vez tuvieron que adaptarse para tocar sin él. O con él depende de las circunstancias. Porque hay ocasiones en las que consiguen cuadrar horarios y calendarios y reunirse en un escenario.
Y eso es precisamente lo que va a suceder, aquí en Ávila, el próximo sábado. El grupo se llama Perro Cojo (en realidad siempre fueron Perro Viejo, pero, como ahora sabéis, les falta una pata).
Si os gusta el rock clásico de los setenta, ochenta y noventa, si os gustan The Who, U2, la Creedence (hablando de Gredos, Fogerty también tocó allí), y si queréis conocer a estos cuatro chicos (bueno ya no son tan chicos, que andan por los cuarenta) acercaos a Le Clan (en la avenida de Portugal) el sábado día 11. Y allí nos veremos.
Publicado en Tribuna de Ávila