Yo de mayor quiero ser Amanda Seyfried, llamarme Sophie y viajar a una isla griega o a Verona a encontrar el amor.
Dejando a un lado el musical de Abba, esta Sophie, es una documentalista que aspira a ser escritora, aunque nunca reunirá el valor suficiente para pedírselo a su editor. Su novio es un workahólico hispano que va a abrir una trattoria en Nueva York. Aprovechando que tiene que encontrar nuevos (y buenos) proveedores en la romántica Verona, la idea es que ambos disfruten de una luna de miel adelantada. El problema reside en que la selección de proveedores va a ocupar todo el tiempo de su novio, y Sophie se va a ver obligada a aburrirse con él o a disfrutar (prácticamente) sola de sus vacaciones.
En uno de sus paseos en solitario va a conocer a las secretarias de Julieta, un grupo de mujeres que contesta a las cartas que cientos de enamoradas remiten a la Capuleto, como si Julieta hubiera tenido la más mínima idea de cómo comportarse, o no hubiera liado la que lió.
Así que Sophie decide pasar parte de sus horas muertas en lo que más le gusta: escribir, aunque sean cartas. Y entonces, encuentra una que ha estado perdida durante cincuenta años. Una joven inglesa quiere saber si hizo bien en dejar a su novio italiano, con el que había decidido fugarse, para volver a su hogar. Sophie cree, que a pesar de los años, la carta merece una respuesta. Lo que no espera es que aquella «jovencita» decida regresar a Italia a buscar a su Lorenzo, para pedirle perdón, medio siglo después.
A la maravillosa Claire (interpretada por Vanessa Redgrave, más guapa ahora que cuando era joven) la acompaña en esta aventura su guapísimo (nada menos que Chris Egan) y algo borde, nieto, que no está demasiado feliz con la idea. Por si el viaje no fuera suficientemente raro, Sophie se va a unir a ellos; su novio se ha ido varios días a una subasta de vinos, y espera que de todo esto, salga una historia digna de ser publicada.
Pero, aparte del escultor, ¿cuántos Lorenzo Bartolini puede haber en Italia?