Nieve

Cuando tienes que pasar quince horas en el coche, rodeada de nieve, tu imaginación se dispara.

Os voy a contar una aventura que viví el pasado sábado. Veréis, yo vivo en Ávila desde hace unos pocos años, pero soy de Madrid, y toda mi familia vive allí. Así que el día de Reyes por la mañana, mi marido, mi hijo y yo nos cogimos el coche y nos fuimos “al pueblo” a pasar el día con los abuelos, a dar y recoger los regalos. A pesar de la nevada, la carretera estaba relativamente bien, y vimos cómo varios quitanieves y camiones, esparciendo sal, circulaban por el carril izquierdo en ambas direcciones, lo que nos dio bastante seguridad.

A las seis y media de la tarde, enfilamos camino de vuelta a Ávila. A las siete llegamos a la entrada del túnel de Guadarrama, en el que había un atasco importante. Poco a poco (me refiero a veinte kilómetros por hora), conseguimos avanzar hasta el kilómetro 65 de la AP6. Ya sabéis lo que os voy a contar ¿verdad?

Llevábamos un rato parados, al principio sólo dos carriles, pero cuando vimos el carril izquierdo también atascado, nos empezamos a preocupar. Efectivamente, cuando el quitanieves llegó, no podía pasar, así que allí se quedó, a esperar que alguien hiciera algo, como todos los demás. Mi comentario fue, “esto parece una película italiana”.

Me refería a El gran atasco, aquella película de 1979 con Alberto Sordi, Marcello Mastroianni y Gérard Depardieu, y también Fernando Rey, José Sacristán y Ángela Molina, que transcurre en un gran embotellamiento a la salida de vacaciones. Con una pequeña diferencia, aquella transcurría en verano, y nosotros estábamos bajo cero. Y es que, ya nos lo habían dicho antes: “Winter is here”.

Las horas iban pasando, y allí no se movía un alma. Ni siquiera la máquina quitanieves, en el carril  de la izquierda. Yo seguía dándole vueltas a mi cabeza. Afortunadamente, estábamos al final de las Navidades, y todos teníamos suficientes reservas (nosotros mismos habíamos desayunado, comido y merendando en tres casas diferentes, es lo que tiene pertenecer a una familia grande), así que no corríamos peligro de pasar hambre (aunque sí algo de sed), por lo que descarté la posibilidad de tener que comernos unos a otros, como los jugadores del Old Christians Club, el equipo de rugby que sobrevivió a un accidente aéreo en los Andes, en 1972, y cuya historia contó Frank Marshall en la película Viven, con Ethan Hawke, Vincent Spano, Josh Hamilton y la voz de John Malkovich.

A las diez, empezaba a preocuparme. Tengo tres perros, que estaban solos en casa (yo contaba con volver a la hora de la cena), y aquello se estaba empezando a alargar. Así que llamé a la Guardia Civil. Su respuesta fue: “Ahorre usted combustible y batería del móvil”. En ese momento me puse en modo Kate McCallister, la madre de Kevin, de Solo en Casa. (Nunca pensé que iba a vivir mis recomendaciones navideñas.)

Como ya os he dicho, no tengo familia en Ávila, pero sí buenos amigos. Así que la única persona que tenía llave de mis casa, y que vive en la otra punta de la ciudad, tuvo que organizar su propia aventura (pedir prestado un coche, pedir ayuda para que le despejaran las calles) para poder pasear a mis perros y darles de comer. Ya de paso le dejó las llaves a otro amigo, que vive mucho más cerca, para que pudiera hacerlo por la mañana (si la nieve acumulada se lo permitía, claro)

Una vez que los peludos estaban a salvo, decidimos tomarnos las cosas con tranquilidad. Nos tapamos con toda la ropa que teníamos (benditos regalos de Reyes), apagamos el coche, pusimos el móvil a descansar, y nos dispusimos a dormir. (No. No os voy a contar mi aventura para hacer pis).

Pero claro, una vez que estás intentando dormir, en mitad de una carretera, rodeada de nieve, mientras, no para de seguir nevando, teniendo una imaginación como la mía, no es fácil. Mi cabeza iba de película en serie, con escenarios parecidos.

Empecé por lo más light. Atrapado en el tiempo, con ese Bill Murray viviendo una y otra vez ese momento en el que le dicen, que no se pueden ir, porque las carreteras están cortadas. A pesar de toda la ropa que llevábamos puesta, (parecíamos Joey en El de cuando Nadie está Listo, aquel episodio de Friends en el que se pone capas y capas de ropa), teníamos frío, y empecé a imaginar a Jake Gyllenhaal quemando libros para conseguir entrar en calor, mientras espera que su padre (Dennis Quaid) les rescate a él y a sus amigos, en El día de Mañana ¿Libros? Por el amor de Dios, estáis en una biblioteca, llena de sillas y mesas, ¿a quién se le ocurre quemar libros? No ya por el pecado mortal que eso significa, sino, porque ¿habéis quemado papel alguna vez en la chimenea? No dura nada…

Las horas pasaban, todo el mundo había apagado ya sus coches, aquello estaba ya muy oscuro, y, claro, mis ideas eran cada vez más truculentas. Primero me pareció ver a Jack Torance congelado en el coche de al lado, claro, que eso más que miedo da risa. Seriously? Después de lo mal que lo puedes llegar a pasar viendo El Resplandor (sobre todo si lo ves doblado al español, y tienes que soportar la voz de Verónica Forqué), la imagen de Jack Nicholson bizco, y con carámbanos asomándole por la nariz es, simplemente, un chiste.

Pero es que el hielo y la oscuridad son el escenario perfecto para ver venir a La Cosa (la de 1982, por favor, no la versión de 2011 cuyo único atractivo es ver a Kristofer Hivju, otra vez rodeado de nieve). Luego imaginas a los vampiros de 30 Días de Oscuridad, que en realidad no necesitan tanto, con una noche les basta. Recuerdo que vi esa película en plena fiebre Crepúsculo, y toda mi obsesión era lo feos que eran los vampiros. Ahora la vería por Manu Bennett, el “bueno” de Slade Wilson de Arrow, o Allanon de Shannara. (Josh Hartnett nunca ha sido mi tipo)

Según la noche avanza, ya tu mente desvaría, claro. Y empiezas a imaginar que lo que llegan son los Zombis Nazis. ¿Que no habéis visto esa película noruega? Pues el título lo dice todo, vamos. No sé a qué esperáis. (Y tiene hasta una segunda parte, y todo)

Por fin nos rescataron. La UME tuvo que venir (a las diez de la mañana, cuando ya llevábamos quince horas en el atasco), pala en mano, cargados con botellas de agua, garrafas de gasolina, y todo lo necesario para sacarnos de aquel infierno helado. Sólo había una pega. Nos mandaban de vuelta a Madrid.

Yo seguía en modo madre (mis perros son como mis hijos), así que le pedí a mi marido que me dejara en la estación de Villalba, para poder llegar a casa cuanto antes, (ahí sí que era más  Kate McCallister que nunca, porque me habían dicho que Ávila estaba intransitable, sin taxis, sin autobuses, y con nieve hasta la cintura, pero yo tenía que llegar a casa, que mis perros estaban solos). Una vez en el tren, le pregunté al revisor si llegaríamos, a lo que me contestó un “pues no sé qué decirte”, que me hizo sentir uno de los pasajeros del Rompenieves, la película de 2013 en el que los únicos supervivientes del apocalipsis climático son los pasajeros de un tren que viaja por todo el mundo, con un reparto espectacular que cuenta con Chris Evans, Ed Harris, John Hurt, Tilda Swinton, Jamie Bell y Octavia Spencer. (Por cierto, viene serie en camino…)

Conseguí llegar, mi marido y mi hijo también (a la mañana siguiente), y por fin estamos todos a salvo. Bueno, casi, porque Ávila sigue siendo Invernávila, y la muralla se ha convertido en El Muro.

La próxima vez que salgamos todos de casa, me llevo a los perros, seis mantas, tres litros de agua, galletas y fruta, el depósito lleno, tres cargadores de móvil, y las cadenas. Aunque sea para ir al Mercadona.