Entrevistamos a Fernando Calderón, ante la publicación de su primera novela.
Pocas veces se tiene la suerte de vivir la vida de un libro casi desde su nacimiento. Esta es una de esas ocasiones, y me siento privilegiada.
Fui la primera persona en leer Los Once de Graiport, y he de aseguraros que me encantó. Es más, lo he leído ya dos veces.
La historia de estos once chicos te enganchará si eres un lector de historias fantásticas de aventuras: niños obligados a recorrer largos caminos, a librar épicas y sangrientas batallas contra reloj, para salvar este y otros mundos, monstruos legendarios, buenos que no son tan buenos, malos que no son tan malos, animales parlantes, hadas, vampiros, elfos, duendes, dragones, grifos, centauros, trasgos, palacios encantados, espadas mágicas… Si te gustan las historias de Narnia, las de Harry Potter, los libros de Conan o los Hobbits de Tolkien, entonces, estoy segura de que Los Once de Graiport te va a gustar.
Fernando Calderón es el autor, y este su primer libro de ficción.
¿Cómo te enfrentas al reto de escribir tu primera novela?
-Siempre he deseado escribir una novela. Desde muy pequeño escribía ya cuentos que pretendían ser partes de grandes sagas o escenarios de juegos de rol. Finalmente, un día tuve un sueño, al estilo Martin Luther King, pero mucho menos profundo. Me levanté, y comencé a dar forma a lo que había soñado. Y se me fue de las manos.
¿Tienes miedo de que te acusen de haber escrito otra vez «más de lo mismo»?
-Evidentemente estoy influido por lo que he leído y me ha gustado durante mi vida. Siempre me ha gustado la mitología y la fantasía. Y puede que en algunos pasajes haya reminiscencias a otras historias. Pero de lo que se trata es que esta historia es diferente, aunque se usen elementos tradicionales algo manidos como los druidas, elfos, demonios, vampiros, duendes, gigantes, centauros… Así que sí puede que sea más de lo de siempre. Nuestra fantasía tradicional es parte de la cultura occidental. Como los spaghetti o el fútbol.
¿Cuánto hay de autobiográfico en el libro?
-Efectivamente, hay algo de autobiográfico. Me sorprendería saber de un autor que no mete alguna faceta suya en los personajes o aprovecha vivencias personales. En algunos casos, puede que situaciones o expresiones usadas en la novela, no tengan sentido para el lector. Pero para mi tienen mucho sentido. Como comunicador, quizás esto sea algo erróneo. Pero no hablamos de periodismo, sino de arte y expresión de emociones y sentimientos. Creo que hacer llegar lo que te hace sentir algo con palabras escritas y meras descripciones es lo más complejo de la literatura. Me admiran los autores capaces de hacerlo bien.
¿Qué diferencia a Los Once de Graiport de otras novelas de aventuras fantásticas?
-Creo que lo más diferente es el lenguaje. Intento escribir como hablo. Bueno, no es cierto, puede que sea un poco más pedante a la hora de escribir. Pero en mi vida me encanta usar símiles y expresiones absurdas o imaginar situaciones incómodas o graciosas. El lenguaje de los duendes, por ejemplo, es una forma ridícula de hablar que suelo utilizar con mi familia. Me gusta escribir en primera persona, como si las cosas las contara, sintiera y describiera yo mismo, tal y como las he vivido. Por eso creo que lo más adecuado es usar mi propio lenguaje.
¿Qué esperas que sientan tus lectores?
-Es una novela. No un libro de filosofía. Me emocionaría que se identificaran con alguno de los personajes o que cogieran cariño a otros. Que alguno deje caer una lagrimita y que otro se ría. Y que cuando hayan acabado piensen que han disfrutado y que la novela no acabe en la basura. Que piensen que ha merecido la pena gastar algo del tiempo de su vida (nuestro bien más preciado y finito). Eso sería lo mejor para mi. Luego, me encantaría conocer opiniones. No soy un gran encajador de críticas destructivas, pero me encanta la gente que te da una opinión sincera, sin ánimo de hacer daño.
¿Hay más Jake MacMallad?
-Sí. Hay más. La historia no ha terminado aquí. Aquellos que lean «Los Once de Graiport» se darán cuenta de que hay personajes que aparecen de refilón, circunstancias pasajeras que no llevan a ninguna parte. En mi cabeza, todo tiene un sentido. Porque yo si sé que pasa en ese segundo libro que está por plasmar. Pero, por ahora, me tengo que ganar la vida. Si alguien está dispuesto a pagarme un sueldo por escribir… Puede que llegue la siguiente entrega. Y la tercera.
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