Frágiles castillos de naipes

No voy a hablar de la que tenemos liada en nuestro país, porque este es un blog que trata de temas agradables. No me gusta la política, ni los políticos, (aunque, os confieso que conozco a alguno -o alguna- decente. En serio).

También os diré que soy una gran admiradora de Estados Unidos. Mi sueño sería poder vivir allí una temporada (algún día). Me encantaría poder ver las series que me gustan en directo, (sin tener que esperar al estreno en España, ni tener que evitar las redes sociales para escapar de los spoilers) poder ir a convenciones frikis (uno de los objetivos prioritarios de mi vida es poder ir a la San Diego Comic Con), comprar esos garrafones de zumo de naranja y comer sándwiches de PB&J (eso lo puedo hacer aquí, pero no es lo mismo). Si os fijáis, mi vida se divide en series y comida. Aunque, bien pensado, tal y como se pueden poner las cosas por allí, si sale el del tupé-a-lo-Anasagasti, igual la cosa se pondría difícil; por aquello de ser inmigrante, digo. Vaya usted a saber.

Porque la política en USA, tampoco parece mucho más decente que la de aquí, si te fías de la (maravillosa) serie de la que vamos a hablar esta semana: House of Cards.

Frank Underwood (encarnado por un magistral Kevin Spacey) es un (ambiciosísimo y manipulador) congresista demócrata que sueña con llegar a ser Secretario de Estado, y cómo no, Presidente. Aunque las cosas parece que no van por el camino deseado ya que el puesto que anhela ha sido asignado a otro; pero Frank no está dispuesto a claudicar. Y para cambiar el curso de los acontecimientos, va a contar con el más fiel de los jefes de equipo, Doug Stamper, la ayuda circunstancial de la periodista Zoe Barnes (Kate Mara, que acaba de interpretar a una joven Sue Storm, uno de los papeles malditos de las adaptaciones de Marvel; y es que no consiguen acertar con Los Cuatro Fantásticos) y el apoyo incondicional de su mujer Claire (elegantísima Robin Wright-sin-Penn).

No sabéis las cosas que está dispuesto a hacer Francis (como le llama su mujer) con tal de acceder al poder que tanto desea. No hay nada que podáis imaginar que no haya ya imaginado él (y en muchas ocasiones «perpetrado»)  a lo largo de las cuatro temporadas (con una quinta ya confirmada) de emisión. Mientras, la fría y distante Mrs. Underwood (siempre impecablemente vestida de negro, gris o blanco), parece ser cada vez más fría y distante (centrada, al parecer, en sus proyectos de voluntariado), a pesar de que las circunstancias (presentes y pasadas) no siempre sean favorables, y Doug seguirá siendo el mejor escudero, aunque cada vez necesite más acompañarse de una botella (sobre todo cuando se enamora de la mujer equivocada).

Por supuesto, estos no son los únicos personajes de la serie; un reparto coral recorre los pasillos del Congreso y el Ala Oeste (que también era una serie, de la que no voy a hablar hoy), mostrándonos los entresijos de la política americana, (en muchas cosas tan parecida a la nuestra, y en otras tan diferente), como los habituales lobbys (tan mal vistos por aquí).

Es esta una serie de culto, con detalles únicos. Como aquellos momentos en que Spacey atraviesa la «cuarta pared» y habla directamente a cámara, siempre desde su papel, compartiendo alguna confidencia con el espectador. O los gemelos personalizados que viste alguna vez, con sus iniciales (F.U.), que también se puede entender (a los americanos les encanta hablar con siglas) como «fuck you» (no lo voy a traducir, todos sabemos lo que significa). O cómo se relaja el matrimonio fumando un cigarrillo a medias (como la canción) junto a la ventana (con lo mal visto que está fumar en esos círculos).

Y hablando de series de culto. Llevo tiempo queriendo hablar de esas series que todo el mundo recomienda, que todos han visto, y yo no. Esas que, a pesar de su fama, sin embargo, a mi, no me enganchan. Es curioso, por ejemplo, que IMdB (la Biblia del cine y la televisión) recomiende, junto a House of Cards, algunas de ellas, como Breaking Bad (sólo vi la primera temporada), su spin off, Beter Call Saul o True Detective (no pasé del segundo episodio de la temporada buena). Claro que también están en esa misma lista Homeland (de la que os hablé hace poco), y la serie que (casi) todos estamos esperando con ansia, Juego de Tronos. Según parece, aún no estoy del todo perdida para los seriéfilos «cool».

House of Cards es una serie Netflix, corta, como todas (trece episodios por temporada) que se puede ver (ahora mismo la 4) en Movistar Plus Series y Wuaki TV. Tanto Robin Wright como Kevin Spacey han ganado un Globo de Oro por sus interpretaciones como el matrimonio Underwood, y han estado nominados ellos y sus compañeros, a los Emmy y a todos los premios más prestigiosos de la Televisión. Muy recomendable.

Publicado en Tribuna de Ávila