¿Vemos siempre lo mismo? Investigación policial

En mi obsesión por las series arrastro a todo el mundo a mi alrededor, los primeros, mi familia. Un día de esos que mi marido estaba ya un poco harto, me soltó un «pero si vemos siempre lo mismo», que me dio que pensar. ¿Es verdad que vemos siempre lo mismo?

Ya os daba una pista el día que hablaba de las series de ángeles. Parece que hay temáticas que se ponen de moda, y, de repente, se multiplican como hongos. Otro ejemplo es que tuve que dedicar no uno, si no dos posts a los superhéroes (y no serán los últimos).

Bien es cierto que siempre ha habido series de policías. Yo creo que es la temática más repetida a lo largo de los años. Desde, por ejemplo, Las Calles de San Francisco, pasando por Hawaii 5-0 (la original), Starsky y Hutch, Colombo, Kojak, Corrupción en Miami, Canción Triste de Hill Street, hasta nuestro Castle o el Hawaii 5-0 acutal. Incluso hemos tenido nuestras propias series policíacas, como El Comisario o Policías (En el corazón de la calle). Pero, de un tiempo a esta parte, parece que las investigaciones policiales se han «especializado». Todo empezó en Las Vegas con CSI.

Hace dieciséis años llegó a las pantallas una serie diferente. Empezando por su intro, nada menos que con música de The Who, y con una realización de video clip, nos enseño un campo policial en el que nunca habíamos reparado, el de la policía científica. En ella, un grupo de investigadores jóvenes y dinámicos, capitaneados por un erudito de los bichos (capaz de decir cuánto tiempo lleva muerta una persona, sólo viendo las moscas que se posan en el cuerpo) nos enseñaban fantásticos laboratorios, con equipos informáticos de ciencia ficción, que manejaban con la misma facilidad que las pistolas. De repente todos queríamos ser Grissom (menos por lo de los bichos), aunque luego le sustituyeran Langston (Laurence Fishburne) y Russell (Ted Danson).

Tal fue el éxito que pronto comenzaron las franquicias. Un par de años después del estreno de la versión Las Vegas, llegó CSI Miami,protagonizada por uno de mis personajes favoritos de la televisión, Horatio Caine y sus gafas de sol (no debo de ser la única, hay un grupo en Facebook que se llama «Frases dramáticas que Horatio Caine dice mientras se quita las gafas de sol»). El argumento, el mismo.

Para cuando CSI estrenó su nueva franquicia, esta vez en Nueva York, ya había nacido su primera competidora, NCIS (o Navy, Investigación Criminal, como la hemos bautizado en España), que en realidad es un spin off de JAG, (aquella serie protagonizada por dos abogados de la marina de la que nadie se acuerda y un claro ejemplo de cómo algunas secuelas son capaces de fagocitar a sus «series madre»). Aquí sólo se investigan delitos cometidos por o contra miembros del ejército de Estados Unidos, y son mucho menos sofisticados, con un equipo más de andar por casa; un par de forenses y un laboratorio manejado por Abby, una inteligentísima friki, y la única capaz de arrancar una sonrisa a Gibbs, el duro jefe del equipo, (que pega unas collejas de aúpa). Completan el equipo un guapete socarrón, un tímido ingenuo, y una chica mona (desde que se fue Ziva, nada ha vuelto a ser igual). Después de tantos años, es una de las series favoritas del público estadounidense, y también ha montado sucursales en otros puntos de la geografía americana, concretamente en Los Angeles y Nueva Orleans.

Con el paso de los años, la investigación se fue especializando centrándose en campos muy concretos como la antropología, la psicología o los delitos informáticos.

El laboratorio de Bones (serie que empecé a ver porque tengo mi propia Bones en la familia) está en el Jeffersonian Institute de Washington DC y lo compone un equipo formado, entre otros científicos especialistas en huesos, por una antropóloga borde y chillona (una de las pocas series que me arrepiento de ver en VO es esta, y es que Emily Deschanel grita como una posesa cada vez que habla), y un guasón y atractivo agente del FBI (no en vano fue un vampiro que enamoró a una cazavampiros, lo cual tiene mucho merito). La relación entre ellos dos (lógicamente) pasará del disgusto al amor a lo largo de las temporadas, mientras resuelven los crímenes más insospechados.

Una curiosidad: esta temporada hubo un crossover entre esta serie y Sleepy Hollow (de la cual os hablaré en breve); podría haber sido una buena idea juntar a la pragmática con el resucitado, pero el argumento dejó mucho que desear (en casa nos quedamos dormidos viéndolo).

Los chicos de Mentes Criminales viajan en un avión privado del FBI allá donde les necesiten, y siempre están listos para soltar una cita famosa. Realizan perfiles psicológicos de asesinos en serie y de los criminales más violentos o retorcidos. Pero, por supuesto, no se quedan en la comisaría, ni en el despacho del Sheriff de turno; todos están listos para coger la pistola y perseguir al delincuente más peligroso; incluido el superdotado raruno (del que alguien, algún día, debería hacer un perfil psicológico). Sin embargo, la mejor de la serie es Penelope Garcia, que siempre está en su despacho, y es una especie de Felicity Smoak feúcha (los fans de Arrow me entenderán), capaz de conseguir casi cualquier cosa con un ordenador y una conexión wi-fi.

Terminamos este repaso de series similares con CSI Cyber, el único superviviente de la familia, después de que la serie original terminara con un emotivo y larguísimo episodio final (que contó con la especial aparición de Grissom). En él una psicóloga con problemas psicológicos (estas series hacen flaco favor a la profesión) y un equipo formado, en su mayor parte, por hackers rehabilitados, resuelven delitos informáticos o que necesitan de la informática para ser cometidos. Está ya en su segunda temporada.

Pues visto así, la verdad es que si parece todo el rato la misma serie. Incluso muchos de los actores episódicos han aparecido en más de una de ellas. No se lo digáis, pero parece que mi marido tenía razón.

Pero la cosa no acaba aquí…

Publicado en Tribuna de Ávila